domingo, 31 de marzo de 2013

La profecía del penúltimo papa

Profecías apocalípticas

En torno a la elección del nuevo Papa, resucitado las sombrías profecías de Malaquías, de Nostradamus y del Monje de Padua. Tres profetas que podrían responder perfectamente a la pregunta clave: ¿Cuántos papas quedan para el fin del mundo? Según sus predicciones, el nuevo Papa sería el penúltimo y llevaría el lema de gloria olivae, la gloria del olivo.
San Malaquías, autor de múltiples profecías


La principal profecía es de Malaquías (1094-1148), monje cisterciense, que nació y vivió en el siglo XII en Irlanda. Murió en Clairvaux, asistido por San Bernardo, al que había conocido en uno de sus viajes a Roma. Canonizado por Clemente III, de él se decía que predecía el futuro. Precisamente por eso, el benedictino Arnold de Wion atribuye a San Malaquías la paternidad de las profecías sobre los Sumos Pontífices, que decide recoger e insertar en su libro Lignum vitae, publicado en Venecia en 1595.


Según otros, las profecías de Malaquías habrían sido difundidas por los partidarios del cardenal Simoncelli durante el Cónclave en el que, a pesar de todo, no salió elegido él, sino el cardenal Sfrodanti, que tomó el nombre de Gregorio XIV (1590-1591).
Moneda con la imagen de Gregorio XIV.

En cualquier caso, Malaquías fue obispo, reformador, legado y visitador apostólico, taumaturgo y santo. Y profeta. Sus famosas profecías son una lista de 111 sucesores de Pedro, partiendo de Celestino I (1143-1144). Además de confeccionar su lista, Malaquías asignó un lema latino a cada uno de los papas, lema que suele presentar una profunda correlación con los emblemas y los escudos elegidos por cada uno de los Sumos Pontífices. Esas frases en latín se llaman claves.
Pio XI.

A Juan XXIII le corresponde la clave de pastor et nauta y, curiosamente, fue patriarca de Venecia, la ciudad flotante, y nauta (piloto) del Concilio Vaticano II. Las profecías señalan a Pablo VI como flos florum, la flor de lis, y en su escudo figuran tres flores de lis. A Juan Pablo I se le anuncia como De medietatae lunae, de la media luna, y el cónclave en el que salió elegido tuvo lugar con la luna a mitad de su ciclo. Juan Pablo II es descrito como el Papa De labore solis, del trabajo del sol, y, de hecho, el primer Papa eslavo de la Historia recorrió todos los lugares de la tierra, de sol a sol y, además, procede del este, el lugar por donde sale el sol.

Según Malaquías, después de Juan Pablo II sólo quedaría otro Papa, el llamado De gloria olivae, la gloria del olivo, e, inmediatamente después, vendría el último Papa, que se llamará Pedro II y apacentará el rebaño del Señor en medio de terribles tribulaciones: la destrucción de Roma, el fin del mundo y el juicio universal.

Aunque los exegetas de las profecías no se ponen de acuerdo sobre la interpretación que hay que dar a Pedro II. Mientras unos se atreven incluso a fijar para el año 2026 la llegada de Pedro II y del fin del mundo, otros aseguran que, con su elección, no tendrá lugar el fin del mundo ni del cristianismo, sino sólo el fin del catolicismo romano.

Juan Pablo I.
Por su parte, el Monje de Padua escribe en Venecia, en 1527, el libro De Magnis Tribulationes et Statu Ecclesiae, en el que retrata a los últimos papas. Por ejemplo, de Juan XXIII dice que será «hombre de gran humanidad y hablará francés». El Papa bueno fue nuncio en París. De Juan Pablo I dice que «pasará rápido como un meteorito, el pastor de la laguna». Su pontificado duró 33 días y era patriarca de Venecia. Y de Juan Pablo II dice que «vendrá de lejos y marcará con su sangre la piedra». Una alusión clara al Papa polaco y al atentado que sufrió a manos de Ali Agca.

Tras él, habrá sólo dos Papas, según el Monje de Padua. El primero será un «sembrador de paz y de esperanza». El segundo «encontrará en Roma la tribulación y la muerte. Roma, como una vieja ramera, será abandonada».

Dibujo de nostradamus.
Por último, Nostradamus, el famoso vidente, nacido en 1503 y que llegó a ser médico de Carlos IX, toca en sus famosas centurias todos los acontecimientos mundiales, incluido, por supuesto el Papado. En una de ellas, dice: «Cuando el Papa morirá / e Italia bailará / Roma no verá más cónclaves / cuando ya no será más eslava».

El sentido de la centuria parece claro, aunque, como suele suceder con todos sus escritos, la exégesis puede adecuarse a cualquier interpretación. Con lecturas oblicuas y traducciones forzadas, a menudo no resulta difícil «confirmar» estas profecías.

miércoles, 20 de marzo de 2013

La llorona

LA LLORONA


Se trata de un personaje legendario, cuya leyenda se ha difundido por varios países de Hispanoamérica Se trata de una mujer que pierde a sus hijos y, convertida en un alma en pena, los busca en vano, perturbando con su llanto a los que la oyen. Aunque hay muchas variedades de la historia, los hechos principales son siempre los mismos.

En México, varios investigadores estiman que la Llorona, como personaje de la mitología y las leyendas mexicanas, tiene su origen en algunos seres o deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla, entre los zapotecos; la Cihuacóatl, entre los nahuas, y la Xtabay, entre los mayas lacandones. Siempre se le identifica con el inframundo, el hambre, la muerte, el pecado y también la lujuria. 

En el caso de Xtabay (o Xtabal), ésta diosa lacandona se identifica como un espíritu malo en forma de hermosa mujer, cuya espalda tiene forma de árbol hueco; al inducir a los hombres a abrazarla, los vuelve locos y los mata. La diosa zapoteca Xonaxi Queculla, en tanto, es una deidad de la muerte, el inframundo y la lujuria que aparece en algunas representaciones con los brazos descarnados. Hermosa mujer, se aparece a los hombres, los enamora y seduce para después transformarse en esqueleto y llevarse el espíritu de sus víctimas al inframundo. Auicanime, entre los purépecha, era considerada como diosa del hambre (su nombre se puede traducir como la Sedienta, la Necesitada) y también era la diosa de las mujeres que morían al dar a luz en su primer parto, las cuales, según la creencia, se convertían en guerreras (mocihuaquetzaque), lo que las convertía en divinidades motivo de adoración y ofrenda.

Se trataba de una mujer indígena —criolla en algunas versiones— que tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota. Cuando la joven comienza a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la esquivaba, quizás por temor a lo que dirán. Un tiempo después, el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río o apuñalándolos, según la versión. Luego se suicida porque no soporta la culpa.

Desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. Luego de que México fuera establecido, comenzó un toque de queda a las once de la noche y nadie podía salir. Es desde entonces que dicen escuchar un lamento cerca de la plaza de la Patria, y que al ver por las ventanas para ver quien llamaba a sus hijos de forma desesperada, veían una mujer vestida enteramente de blanco, delgada y que se esfumaba en la Presa Calles.


jueves, 14 de marzo de 2013

El niño fantasma de Amityville

El niño fantasma de Amityville

Esta historia tiene como escenario una casa ubicada en el 112 de Ocean Avenue, en Amityville, Nueva York. La madrugada del 15 de noviembre de 1974, el hijo mayor de la familia DeFeo, de tan sólo 17 años, asesinó a sangre fría a sus padres y hermanos, con un rifle, dejando un total de seis personas muertas.

El asesino de Amityville


Los investigadores no tenían ningún indicio que les permitiese sospechar de alguien en concreto, hasta que uno de los detectives que recorría las habitaciones de la casa en busca de alguna pista encontró en la pieza del único superviviente dos cajas de cartón de balas para un rifle.

Las investigaciones comenzaron a arrojar resultados asombrosos, como un robo que el joven habría cometido contra su abuelo y sus extraños cambios de humor. Después de largos interrogatorios, la policía consiguió la confesión, y el joven fue condenado a 25 años de prisión.
Pero la verdadera historia de Amityville comienza días después, el 28 de diciembre de 1974, veintiocho días después de los asesinatos. Ese día, otra familia, compuesta por el matrimonio de George y Kathy Lutz, se mudó al lugar donde había ocurrido la masacre. La casa, espaciosa y de muy bonita arquitectura, estaba a la venta a un precio excepcionalmente barato, y los Lutz decidieron obviar los violentos hechos ocurridos con antelación y compraron el inmueble, aunque solamente pudieron ocuparlo 16 días debido a los extraños fenomenos que se sucedían.

Periódico y foto policial del asesino

Desde el primer momento en que ocuparon la casa, el matrimonio y sus hijas pequeñas sintieron una presencia sobrenatural, que se iba haciendo más fuerte cada día. Al principio, se escuchaban ruidos extraños a lo largo del día; luego, comenzaron a aparecer manchas en las paredes y malos olores sin motivo aparente, y las puertas y ventanas se abrían solas.


La foto del niño fantasma

Kathy Lutz agregaría que en reiteradas ocasiones se sintió observada en ciertas partes de la casa, principalmente en las habitaciones, y que una vio unos ojos rojos que la miraban desde la oscuridad a través de la ventana. De repente, comenzó a tener pesadillas repetitivas con los crímenes sucedidos en la casa, pero soñando que las víctimas eran los componentes de su familia.

La suppuesta entidad que habitaba la vivienda trató incluso de apoderarse de los cuerpos de sus residentes, manipulándolos a su propia voluntad y obligándolos a cometer actos de naturaleza violenta, algo en lo cual los Lutz nunca han querido ahondar.


A los pocos días de habitar el lugar, el matrimonio se convenció de que la casa estaba poseída por una presencia demoníaca y recurririó al sacerdote de la iglesia más cercana, quien contaría después que al tratar de bendecir la casa, escuchó una voz que lo echaba, una voz que surgió de la nada desde la planta más alta de la casa y que gritó:Lárgate de aquí. Según los relatos de la época, cuando el sacerdota ingresó a la casa, el ambiente se llenó de un olor putrefacto y una nube de moscar invadió el lugar. El religioso debió luchar con una fuerza física que le impedía acercarse a la casa y finalmente fue violentamente expulsado.


La casa de Amityville
La visita del sacerdote marcó el punto en que los sucesos paranormales se incrementaron, George empezó a sentir presencias extrañas también, e incluso sentía miedo a abrir los grifos pues suponía que una presencia maligna podía salir de ellos si abría la llave de paso. Las alucinaciones se hacían más comunes y la desconfianza en la familia se acrecentaba, George afirmaba que su mujer se estaba tranformando en una bruja pués, según él, se le estaban cayendo los dientes y el pelo. Tal punto que los Lutz debieron abandonar para siempre la casa, que desde entonces se encuentra deshabitada y sobre la cual pesa el estigma de la leyenda de Amityville.